Latitud 27

Revista de artes y ciencias sociales

 

Universidad Nacional de Santiago del Estero, Argentina

 

 

ISSN: 2953-3783

 

 

 

 

 

                                 Poemas

 

Clásicos

 

Homero

Odisea Canto XI

 

Francisco de Quevedo

Amor constante mas allá de la muerte

 

T. S. Eliot

Burnt Norton

 

Jorge Luis Borges

El tango

 

Pablo Neruda

Oda al gato

 

Enrique Cadícamo

Muñeca brava

 

Baldomero Fernández Moreno

Soneto de tus vísceras

      

Manuel J. Castilla

La casa

 

José Carlos Becerra

El otoño recorre las islas

      

Wislawa Szymborska

Posibilidades

      

 

Actuales

 

Mark Strand

Lo que permanece

 

Marcelo Sutti

Selección

 

Santiago Sylvester

Selección

 

Ängel Leiva

Selección

 

Oscar Hahn

Selección

 

Alfonso Nassif

Selección

 

Julio Salgado

Selección

 

Alberto Tasso

Selección

 

Juan Anselmo Leguizamón

Selección

 

Carlos Zurita

Selección

 

Recitales

 

Angel Leiva y Carlos Zurita

Sixto Bar, Santiago del Estero

29 de Septiembre de 2022

Ver Recital Completo

Fragmenos del Recital

 

Marcelo Sutti y Dino Saluzzi

Cafe Vinilo, Buenos Aires

4 de Noviembre de 2022

Parte 1

 https://youtu.be/xmccTLJj2n4

 Parte 2

 https://youtu.be/hxMBKJgT1mg

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Odisea, Canto XI, "Descenso al Hades"

 

                         Homero

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Amor constante mas allá de la muerte

 

                   Francisco de Quevedo

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra, que me llevaré el blanco día;

y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso linsojera;

 

mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria en donde ardía;

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa:

 

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejarán, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrán sentido.

Polvo serán, mas polvo enamorado.

 

                   (Volver a Clasicos)

 

                               

 

 

Burnt Norton

                               T. S. Eliot

 

                                (De Cuatro cuartetos)


El tiempo presente y el tiempo pasado
tal vez en el tiempo futuro estén ambos presentes,
y el tiempo pasado contenga el futuro.
Si todo instante es el presente eternamente
ningún instante es redimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción,
que sigue siendo una perpetua posibilidad
sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que fue
tienden a un solo fin, siempre presente.
El ruido de los pasos resuena en la memoria
por ese corredor por el que no hemos tomado
hacia la puerta que nunca hemos abierto
del rosedal. Así resuenan mis palabras
en otras mentes.
                Pero con qué intención 
turban el polvo en una fuente 
de pétalos de rosa, no lo sé.
                Otros ecos
habitan el jardín. ¿Los seguiremos? 
Rápido, dijo el pájaro, encuéntrenlos, encuéntrenlos,
están allí a la vuelta. Por el primer portón 
de nuestro primer mundo ¿seguiremos 
la ilusión del zorzal? Nuestro mundo primero.
Allí estaban,  augustos, invisibles,
moviéndose, sin gravitar, sobre las hojas muertas.
en el calor de otoño, por el aire vibrante;
y el pájaro cantó, respondiendo a la música
inaudible escondida entre las plantas, y
la mirada no vista pasó, porque las rosas
tenían un aspecto de flores contempladas.
Como huéspedes nuestros allí estaban,
aceptados, conformes.
Así avanzamos, también ellos,
en un orden convencional,
por la senda desierta, y entramos en el círculo
de boj para mirar el estanque vacío.
Seco el estanque, cemento seco de bordes pardos,
y con la luz del sol se llenó de agua,
y surgieron los lotos, en silencio, en silencio;
la superficie centelleaba de médula de luz,
y ellos se reflejaban, detrás de nosotros, en el
        fondo.
Luego pasó una nube, y el estanque 
apareció vacío. Váyanse, dijo el pájaro, 
porque el  follaje estaba lleno de criaturas 
alegres y escondidas, conteniendo la risa. 
Vayanse, dijo el pájaro; vayanse, que la especie 
humana no soporta tanta realidad. 

El tiempo pasado y el tiempo futuro 
lo que pudo haber sido y lo que fue 
tienden a un solo fin, siempre presente.

 

(Traducción de J.R. Wilcock. Desarreglos de CVZ)



 

Burnt Norton

 

                           (De Four Quartets)



Time present and time past
Are both perhaps present in time future.
And time future contained in time past.
If all time is eternally present
All time is unredeemable.
What might have been is an abstraction
Remaining a perpetual possibility
Only in a world of speculation.
What might have been and what has been
Point to one end,  which is always present.
Footfalls echo in the memory
Down the passage which we did not take
Towards the door we never opened
Into the rose-garden. My words echo
Thus, in your mind.
             But to what purpose
Disturbing the dust on a bowl of rose-leaves 
I do not know.
             Other echoes
Inhabit the garden. Shall we follow? 
Quick, said the bird, find them, find them, 
Round the corner. Through the first gate. 
Into our first world, shall we follow 
The  deception  of  the  thrush? Into  our  first 
       world.
There they were, dignified, invisible, 
Moving without pressure, over the dead leaves, 
In the autumn heat, through the vibrant air, 
And the bird called, in response to 
The unheard music hidden in the shrubbery. 
And the unseen eyebeam crossed, for the roses 
Had the look of flowers that are looked at. 
There they were as our guests, accepted   and
      accepting.
So we moved, and they, in a formal pattern, 
Along the empty alley, into the box circle, 
To look down into the drained pool. 
Dry the pool, dry concrete, brown edged, 
And the pool was filled with   water   out   of
      sunlight.
And the lotos rose, quietly, quietly, 
The surface glittered out of heart of light, 
And they were behind us, reflected in the pool. 
Then a claud passed, and the pool was empty. 
Go, said the bird, for the leaves were full of
      children,
Hidden excitedly, containing laughter. 
Go, go, go, said the bird: human kind 
Cannot bear very much reality. 

Time past and time future 
What might have been and what has been 
Point to one end, which is always present.

 

                (Volver a Clasicos)

 

      

 

 

El tango

 

                    Jorge Luis Borges

 

¿Dónde estarán? pregunta la elegía

de quienes ya no son, como si hubiera

una región en que el Ayer, pudiera

ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.

 

¿Dónde estará? (repito) el malevaje

que fundó en polvorientos callejones

de tierra o en perdidas poblaciones

la secta del cuchillo y del coraje?

 

¿Dónde estarán aquellos que pasaron,

dejando a la epopeya un episodio,

una fábula al tiempo, y que sin odio,

lucro o pasión de amor se acuchillaron?

 

Los busco en su leyenda, en la postrera

brasa que, a modo de una vaga rosa,

guarda algo de esa chusma valerosa

de Los Corrales y de Balvanera.

 

¿Qué oscuros callejones o qué yermo

del otro mundo habitará la dura

sombra de aquel que era una sombra oscura,

Muraña, ese cuchillo de Palermo?

 

¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos

se apiaden) que en un puente de la vía,

mató a su hermano, el Ñato, que debía

más muertes que él, y así igualó los tantos?

 

Una mitología de puñales

lentamente se anula en el olvido;

Una canción de gesta se ha perdido

entre sórdidas noticias policiales.

 

Hay otra brasa, otra candente rosa

de la ceniza que los guarda enteros;

ahí están los soberbios cuchilleros

y el peso de la daga silenciosa.

 

Aunque la daga hostil o esa otra daga,

el tiempo, los perdieron en el fango,

hoy, más allá del tiempo y de la aciaga

muerte, esos muertos viven en el tango.

 

En la música están, en el cordaje

de la terca guitarra trabajosa,

que trama en la milonga venturosa

la fiesta y la inocencia del coraje.

 

Gira en el hueco la amarilla rueda

de caballos y leones, y oigo el eco

de esos tangos de Arolas y de Greco

que yo he visto bailar en la vereda,

 

en un instante que hoy emerge aislado,

sin antes ni después, contra el olvido,

y que tiene el sabor de lo perdido,

de lo perdido y lo recuperado.

 

En los acordes hay antiguas cosas:

el otro patio y la entrevista parra.

(Detrás de las paredes recelosas

el Sur guarda un puñal y una guitarra.)

 

Esa ráfaga, el tango, esa diablura,

los atareados años desafía;

hecho de polvo y tiempo, el hombre dura

menos que la liviana melodía,

 

que solo es tiempo. El Tango crea un turbio

pasado irreal que de algún modo es cierto,

el recuerdo imposible de haber muerto

peleando, en una esquina del suburbio.

 

                   (Volver a Clasicos)

 

 

 

Oda al gato

                 Pablo Neruda

Los animales fueron 
imperfectos, 
largos de cola, tristes 
de cabeza.
Poco a poco se fueron 
componiendo, 
haciéndose paisaje, 
adquiriendo lunares, gracia, vuelo. 
El gato,
sólo el gato 
apareció completo 
y orgulloso:
nació completamente terminado, 
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro, 
la serpiente quisiera tener alas, 
el perro es un león desorientado, 
el ingeniero quiere ser poeta, 
la mosca estudia para golondrina, 
el poeta trata de imitar la mosca, 
pero el gato
quiere ser sólo gato 
y todo gato es gato 
desde bigote a cola, 
desde presentimiento a rata viva, 
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad 
como él, 
no tienen 
la luna ni la flor 
tal contextura:
es una sola cosa 
como el sol o el topacio, 
y la elástica línea en su contorno 
firme y sutil es como 
la línea de la proa de una nave. 
Sus ojos amarillos 
dejaron una sola 
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño 
emperador sin orbe, 
conquistador sin patria, 
mínimo tigre de salón, nupcial 
sultán del cielo 
de las tejas eróticas, 
el viento del amor
en la intemperie 
reclamas 
cuando pasas 
y posas 
cuatro pies delicados 
en el suelo, 
oliendo, 
desconfiando
de todo lo terrestre, 
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente 
de la casa, arrogante 
vestigio de la noche, 
perezoso, gimnástico 
y ajeno, 
profundísimo gato, 
policía secreta 
de las habitaciones, 
insignia
de un 
desaparecido terciopelo, 
seguramente no hay 
enigma 
en tu manera, 
tal vez no eres misterio, 
todo el mundo te sabe y perteneces 
al habitante menos misterioso, 
tal vez todos lo creen, 
todos se creen dueños, 
propietarios, tíos 
de gatos, compañeros, 
colegas, 
discípulos o amigos 
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago, 
el mar y la ciudad incalculable, 
la botánica, 
el gineceo con sus extravíos, 
el por y el menos de la matemática, 
los embudos volcánicos del mundo, 
la cáscara irreal del cocodrilo, 
la bondad ignorada del bombero, 
el atavismo azul del sacerdote, 
pero no puedo descifrar un gato. 
Mi razón resbaló en su indiferencia, 
sus ojos tienen números de oro.

 

          (Volver a Clasicos)

 

 

 

Muñeca Brava

 

                 Enrique Cadícamo

              

Che madám que parlás en francés
y tirás ventolín a dos manos,
que escabiás copetín bien frapé
y tenés gigoló bién bacán...

Sos un biscuit
de pestañas muy arqueadas...
Muñeca brava
bien cotizada.

¡Sos del Trianón...
del Trianón de Villa Crespo...
Milonguerita,
juguete de ocasión...

 

Tenés un camba que te hacen gustos
y veinte abriles que son diqueros,
y muy repleto tu monedero
pa´ patinarlo de Norte a Sud...

Te baten todos Muñeca Brava
porque a los giles mareás sin grupo,
pa´ mi sos siempre la que no supo
guardar un cacho de amor y juventud.

Campaneá la ilusión que se va
y embrocá tu silueta sin rango,
y si el llanto te viene a buscar
escurrí tu dolor y reí...
Meta champán que la vida se te escapa,
Muñeca Brava, flor de pecado...

Cuando llegués
al final de tu carrera,
tus primaveras
verás languidecer.

 

           (Volver a Clasicos)

 

 

 

 

Soneto de tus vísceras

 

      Baldomero Fernández Moreno

 

Harto ya de alabar tu piel dorada,

tus externas y muchas perfecciones,

canto al jardín azul de tus pulmones

y a tu tráquea elegante y anillada.

 

Canto a tu masa intestinal rosada,

al bazo, al páncreas, a los epiplones,

al doble filtro gris de tus riñones

y a tu matriz profunda y renovada.

 

Canto al tuétano dulce de tus huesos,

a la linfa que embebe tus tejidos,

al acre olor orgánico que exhalas.

 

Quiero gastar tus vísceras a besos,

vivir dentro de ti con mis sentidos…

Yo soy un sapo negro con dos alas

 

                (Volver a Clasicos)

 

 

 

 

La Casa

 

                         Manuel J. Castilla

 

Ese que va por esa casa muerta

y que en la noche por la galería

recuerda aquella tarde en que llovía

mientras empuja la pesada puerta,

 

ese que ve por la ventana abierta

llegar en gris como hace mucho el día

y que no ve que su melancolía

hace la casa mucho más desierta,

 

ese que amanecido, con el vino,

se arrima alucinado al mandarino

y con su corazón lo va tanteando,

 

ese ya no es, aunque parezca cierto,

es un Manuel Castilla que se ha muerto

y en esa casa está resucitando.

 

                   (Volver a Clasicos)

 

 

 

El otoño recorre las islas

 

                                José Carlos Becerra

 

A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,

mis manos contienen la lejanía de las tuyas

y el otoño es la única postura

que mi frente puede tomar para pensar en ti.

 

A veces te descubro en el rostro que no tuviste

y en la aparición que no merecías,

a veces es una calle al anochecer

donde no habremos ya de volver a citarnos,

mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón

y un movimiento de la noche.

 

A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa

igual que una mancha de aceite en el agua,

y es la hora de encender ciertas luces

y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones.

 

En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas,

en tu pecho hubo tardes que al final del verano

todavía miré encenderse.

 

Y éstas son aún mis reuniones contigo,

el deshielo que en la noche

deshace tu máscara y la pierde.

 

                    (Volver a Clasicos)

 

 

 

 

Posibilidades

                     

                      Wislawa Szymborska

 

Prefiero los gatos.

Prefiero el cine.
Prefiero los robles a orillas del río.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener en la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Con los médicos prefiero hablar de otra cosa.
Prefiero las viejas ilustraciones.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
En el amor prefiero los aniversarios
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad del sabio a la del demasiado crédulo.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas
del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras que tampoco he dicho.
Prefiero el tiempo de los insectos al tiempo de las estrellas.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que todo tiene una razón de ser.

 

                     (Volver a Clasicos)

 

 

 

Lo que permanece

                               

                                 Mark Strand

 

Yo me vacío de los nombres de los otros.

Vacío mis bolsillos.

Me quito los zapatos y los dejo al borde del camino.

En la alta noche retraso los relojes,

abro el álbum familiar

y descubro al muchacho que fui.

De qué sirve mirarme? Las horas

realizaron su trabajo.

Digo mi propio nombre.

Yo digo adiós.

Mis palabras fueron

arrastradas por el viento.

Amo a mi esposa

pero la alejo de mí.

Mis padres están en el lugar

que les corresponde.

Cómo podría yo cantar?

El tiempo me dice lo que soy.

He cambiado pero sigo siendo el mismo.

Me vacío de mi vida

pero mi vida permanece.

 

(Traducción o, más bien, tergiversación de C. V. Zurita)

 

                    (Volver a Actuales)

 

 

 

Marcelo Sutti

 

Descripción Prematura

                                          

Fue intimidad de un pájaro o del viento,

cayó sobre la tierra removida,

el rocío le dio la bienvenida

y la luna espejada su pigmento.

 

Luego llegó el invierno y el aliento

de ser refugio para quien anida,

le hizo ganar de a poco la partida

y fue la sombra de un advenimiento.

 

El agua acarició su tallo oscuro

y trayendo al presente su futuro

dejó brotar la savia contenida…

 

Entonces fue del aire su misterio

y el árbol desplegando un hemisferio

regaló sus magnolias a la vida.

 

 

Herencia

 

Regalaron las prendas del difunto.

Se fueron las camisas, el sombrero,

se llevó el traje quien lo vio primero

y un pantalón con su estrenar presunto.

 

Alguien guardó en un bolso todo junto

para que inicie un nuevo derrotero

lo poco que colgaba del ropero

y terminar así con el asunto.

 

Pero se abrió el cajón de los zapatos

y un frío intenso trajo los relatos

del silencio que grita una voz fuerte…

                                      

Nada queda más triste que el vacío

de la horma que fuera el albedrío

de quien desnudo parte hacia la muerte.

 

                                       

Títeres

 

                     A Gabriel “Guaira” Castilla

 

Sus vértebras son partes de una mano,

falanges que respiran, que saludan

y así como al pasar su ropa mudan

convertidos en héroes o villanos.

 

Ventrílocuos del aire, prematuros

gigantes de perfil liliputiense

jugándose a soñar que alguien los piense

adultos liberados intramuros.

 

¿Qué sangre vegetal sus brazos mueve

autárquicos del hombre que se atreve

a compartir su espiritual terreno?

 

Termina la función, en apariencia,

y pesa como un cargo de conciencia

sentir que somos dueños de algo ajeno

 

                      (Volver a Actuales)

 

.

 

Santiago Sylvester

 

                             

                               (aprendizaje del desierto)

 

Hay mucho que aprender del desierto: en primer

           lugar, que no hay desierto.

No es que no haya nada o sólo arena, aquí hay de

           todo: viento, soledad, malas y buenas ideas

y mucha sombra que

como la sombra

nunca es la misma: variable como toda cosa exacta.

 

Es inevitable que los hombres caminen por aquí, y

           también que se vayan: tampoco aquí la vida

           es fácil, aunque está bien representada;

lo que siempre hay

es intercambio: comercio que golpea y quema el

           mundo.

 

Y esto es lo que más se aprende: aquí habrá lo que

           usted traiga.
 

 

                       (un propósito difícil de cumplir)

 

Ir al extranjero: ¿dónde queda eso?

¿es el sitio de otro idioma? ¿de otra religión? ¿hay

           desconocidos? ¿distinta comida? ¿turbante,

           capa, colores inusuales?

Este es un mundo sin secretos desde el siglo XX,

           tierra sin misterios, explorada hasta el hueso;

las cataratas son fuente de energía, los desiertos una

           pista para competencias; el fondo del mar

           una curiosidad turística: no hay pedazo que

           no haya sido destripado, medido y, desde

           luego, comprado o vendido.

 

Tal vez el extranjero no sea más que un asunto

           expresivo: palabras entre signos de

           admiración, un prestigio con sílabas

           cambiadas.

O simplemente el viejo miedo a morir.

 

Ir al extranjero: fácil la expresión, difícil el camino.

 

 

                                    (el alma en problemas)

 

El alma de ese viejo no necesita profecías: sabe que

           pronto quedará sin trabajo.

Falta poco para que no tenga qué hacer, a quién

           cuidar o vigilar;

y qué hará entonces

con su tendencia al monólogo interior,

con el dilema de las premoniciones,

con la paradoja de ser alma y vivir pendiente de

           sudores, sexo, tejido adiposo, sistema

           hormonal.

 

           Pronto

quedará sin trabajo y pide un plazo: que ese viejo

siga con su fiesta de cumpleaños, su memoria en

           estado ambulatorio, sus paseos por la vereda

           del sol;

ella es joven todavía, vivaz y disoluta, y no tiene

           experiencia en ya no estar;

sabe que falta poco y se asusta,

sabe que un alma sirve para una sóla vez.

 

                        (Volver a Actuales)

 

 

 

 

Ängel Leiva

La casa duerme

 

                      Para Carlos Zurita

 

 

Entre viejos papeles

estirado a lo largo de la cama

un Estudiante de humanidades

se busca la cabeza.

 

Y en la azotea

                       una camisa blanca

está siendo movida por el viento.

 

Hoy casi todo me recuerda a tu cuerpo

pegado al corazón.

 

Bajo la frente, una mano,

me aferro al picaporte de la puerta

                        pero no sé que cosa

me empuja hacia la Muerte.

 

Solo que la Casa duerme,

                        que el estudiante está caído

y que alrededor del pecho

                         ninguna flor silvestre

le sostiene el Pensamiento.

 

La Casa duerme.

                          Esta Ciudad

es terrible conocerla en su Silencio.

 

 

 

Hotel marítimo

 

II

 

Regreso al día

de los perpetuos amadores que se sienten,

                 atraen

                          y despiden

 

Hemos encendido el polvo iluminado

de esta gastada calle de la luna

                               y del poema

 

Seguimos

quebrados por los pasos de luz

        de los teléfonos

 

y del agua amanecida

                 entre los testimonios de la carne.

 

Mientras, todavía estamos

haciendo florecer

nuestros sentidos de la vida.

                

Labios con Labios.

 

 

 

VI

 

El ardor gélido del mar

es la cautiva bailarina necesaria

de estos pequeños gestos condenados

de piernas y de manos en la cama

 

Nos atamos fascinados a ellos

con el monótono recuerdo de los bebedores

de los licores del instante

 

Este Instante aparece

y reaparece cada tanto entre nosotros

junto a los gastados cuernos del sol

 

La rueda de la luna es

como una lámpara gigante

sobre el campo de vuelo de los cuerpos

 

Los nidos últimos del sueño

del amor

 

son las antiguas especies del destierro.

     Mi Amor.

     Tu Amor.

 

Solo nosotros tres

desenterramos a solas

los huesos de las noches

por los lugares del crepúsculo

 

Cuando lo único que quise

fue saber si es que existías aún

 

o ese mínimo de felicidad

nacida hacia un costado de las vías

de la antigua costanera.

 

           (Volver a Actuales)  

 

 

Alfonso Nassif

Hay días que no son terrestres

 

Tiempo de otro universo,

horas que no se corresponden.

Vuelven y aparecen con otras isobaras,

otras tempestades. Confuso destino.

El tiempo.

Fantasma que no retrocede,

no abandona el espacio de la tierra.

Un día ajeno con otras turbulencias,

confunde horas, direcciones, olvidos.

No he descuidado mis horas.

Instantes presentidos con otra inocencia.

 

Los días se apagan en mis ojos.

Días superpuestos en mí, uno a uno.

Buenos, malos, pero míos.

Intransferible calendario.

Espejos que se multiplican y se borran.

Quizá, yo no soy yo.

Estoy viviendo en otra luz, en otra esfera.

Mi duda, tampoco es terrestre.

 

 

La muerte no prohibe ser poeta

 

No sé de qué estoy vivo.

Vengo a visitar los días

y el tiempo olvidó memorias por mis ojos.

Debo dejar la soledad intacta,

borrar mi silencio habitado.

 

Existo.

Es la señal.

Se puede morir en el mismo dibujo

y tu rostro

apenas un complemento del destino,

un paso por la sangre

un relámpago hacia nosotros,

con todo el infinito al cual no volveremos

para intentar de nuevo ser principio.

 

Y el día converge

en el sitio preciso adonde espero.

Pongo un sueño adentro de otro sueño,

con la muerte suspensa

a mitad del cansancio.

Hay un silencio que ha nacido

para decir amor y volver al silencio.

Y todo está a los pies de la ausencia:

un escombro de días adentro de otros días,

una esperanza voraz,

y el tiempo se detiene.

 

Paso a trasluz de mi esperanza,

atravieso mi voz

y sigo mi camino.

 

 

Soneto de mis cuatro silencios

 

Gracias por el silencio de un segundo,
Cual llegado del fin del universo.
Sé de un silencio igual, lejano y terso
Antes del alba con que nació el mundo

Sólo el hombre, ese pobre vagabundo
Vive con él, pero lo lleva inmerso.
Todo su fluir regresa verso a verso
Cuando busca el silencio más profundo.

Sé de otro, el de antes que  he nacido.
Frágil , liviano a un llanto amanecido,
a la palabra a la que ahora vuelvo.

Fue a la luz mi locura y fue mi grito.
Hoy por eso Señor  todo contrito,
porque es tuyo el silencio, lo devuelvo.

 

 

El poeta tiene hambre porque no existe

 

Cuelgan los países desde un agujero abierto

en el infinito.

Aquel profesor pretende explicar por qué caen

los ojos cuando el idioma parpadea.

Una pareja joven, hace el amor con neologismos;

desorden, caos, grita el psicólogo,

aún no les ha crecido un diván en la sangre.

Un Yo y un Nosotros creen reconocer el sexo

de las galaxias que, no tendrán endecasílabos.

 

Los hombres están olvidados.

Los sacerdotes cobran salarios para no encontrar

peregrinos que puedan hablar del verbo de los dioses.

Las computadoras controlan cinco millones de años

de códigos genéticos. Temen que el niño de la probeta

sea ególatra o gobernante.

 

Abandonados.

Sin que nadie explique para qué estamos

en cualquier planeta.

Alguien pone medallas a las horas laborales.

Los hombres son héroes olvidados de la vida.

 

La batalla final sigue en su sitio,

aún no ha sido comprada por nadie.

El mejor postor, al ajustar a su conveniencia

la cantidad de armas y de muertos,

descubre que le hacen falta más muertos.

 

Aquel profesor docto en palabras

dice en medio de poemas que no entiende

y que duelen con sangre de la vida:

“los poetas no existen, son una creación de la poesía”.

                       

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Alberto Tasso

 

El gavilán fumado

 

Siento un estado general del ánimo

que me remonta a mis mejores cumbres.

He volado estos cerros desde chico.

Sé cómo sopla el viento, y lo aprovecho.

 

En días de calor pega muy fuerte.

Cierro los ojos, subo, subo y subo

hasta que me he olvidado de mi suerte.

Entonces soy feliz. Pájaro. Humo.

 

En día de norte viento es más jodido.

El pico atrapa malos pensamientos.

Mejor es no volar en esos días.

Solo me quedo, emplumado y quieto.

 

Así es la vida arriba. No hay abajo.

Pero si abajo hubiera, habrá serpientes.

 

 

La contienda

 

Hace tiempo quería un gran poema

escribir, que además de ser muy breve

profundo fuera como mar tonante,

filoso como un diente de sable.

 

Pronto vime perdido entre la fronda

de la oscura metáfora y el trueno

el aforismo o la melancolía

del amante que ha sido desahuciado.

 

Pero estaba lanzado y no quería

faltar al duelo de esta gran porfía

entre el cielo y la tierra, nada menos.

 

Al fin logré los versos del remate

do rimaban la muerte con la vida

en medio de placeres y agonías.

 

  

Andando

 

Andando sé que llegaré temprano al corazón de ti y a tu cocina.

Alma soy, del bebido la primera y la última del hambre.

En la comida somos dos comensales tan antiguos.

Yo no te como a ti, ni tú a mí, esa es la regla.

Pero vos sueñas ya, duermes segura mientras la noche avanza.

Ya son las doce. A tu costado cela el mío diente

 

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Oscar Hahn

 

 

A mi bella enemiga

 

No seas tan vanidosa amor mío, 

porque para serte franco

tu belleza no es del otro mundo.

Pero tampoco es de éste.

 

 

En una estación del Metro

 

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

 

 

Paisaje nocturno

 

Si tus miradas
salen a vagar por las noches
las mariposas negras huyen despavoridas
tales son los terrores
que tu belleza disemina en sus alas.

 

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Juan Anselmo Leguizamón

 

 

Dieciocho segundos de esplendor y soledad

 

No hay nada mejor que una mujer, apenas dorada por el sol de mediodía, que

durante la siesta de un sábado está sola, en el patio, sentada en una reposera,

con los pies apoyados en una silla, las piernas abiertas, rascándose la concha y

leyendo una revista.

No hay nada mejor que una mujer rascándose sola en el patio.

Que durante la siesta está sentada sobre un verde lagarto gigante

con los pelos endurecidos

y picazón en los pies desnudos

frotándolos contra la piel agrietada del suelo.

Nada mejor que el sonido de una chupada de mate mientras pasa las hojas de la revista.

Todo apenas dorado por el sol de mediodía.

 

 

Sin señal

 

He perdido contacto con la poesía

que llama con un pulso desde un planeta lejano

atraviesa las noches terrestres deste sur pelado

titilan ellas las estrellas laten las tetas negras

bebería la leche morada de tus pezones de terciopelo

pero he perdido contacto con ella

la poesía que rodea este mundo por afuera

que pulsiona tanta incógnita galaxia

la que entre murmullos inauditos procrea

te he perdido y allá escamada de astros te volteas

esta noche sin cuenco para las gotas que vuelan de tu pelo.

 

 

 

Y tendría que haberle pedido a Javier Adúriz que

corrija esto

 

¡Corran -les gritó-

ya se han dado cuenta de que son poetas!

 

Y así -de rompe y raje- estuvieron idos

con sus pentámetros yámbicos a cuestas

agarrados de sus sombreros de fieltro

perdiendo algunos Wordsworth en el camino.

 

Fue en tandas de cinco que se las tomaron

llevados por motoqueros del infierno

a la loma donde el Lucifer de Milton

acabado de tanto trajín y dolo

 

giraba en pura sangre de calesita

sin pillar sortija.

 

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Julio Salgado

 

El río

 

Ahora vamos ciegos santos en la blasfemia
Mordiéndonos con la memoria
Viajando apretados
en el mes de diciembre
Despiertos somos difuntos
sin aprender a sonreír
El río Dulce bajo las tensas costillas del puente
avanza con nuestros cuerpos
llevándome con tu compañía
como si fueras sacerdotisa de mis propias vergüenzas
de esos lugares
donde están mis heridas apagándose y encendiéndose
Por ahora el rayo de tu lengua se desliza de norte a sur
Guardándose en algo parecido al firmamento
Bajo las nubes amarillas que hay en el cielo
te he abrazado
Tus piernas aparecen bruñidas con la solemnidad
de las puertas del Mercado Armonía
y los tules que vienen del sol
nos señalan en las isletas
quietos
con la apariencia de liebres en el médano
esclavos de los pequeños remolinos en la siesta
hechos de brisa y agua.
Hasta dónde te retiras
separada de tu cuello
por una gargantilla
con el Sagrado Corazón
Me dirías: Tu no lo sabes todo
¿habrá otros caminos?
Como si fuera parte de nuestro sueño
el río
se acomoda como un manto que ahoga a las barrancas
me lleva hasta la cama destendida de un remanso
girando la llave de esa misma oquedad que hay en tus labios
que va y viene en la corriente
en esa impura textura que forman los líquenes
y el semen de los peces
En la noche
el viento canta a los huesos
y al ausente gobierno de tus brazos
dormidos para siempre
Una doble envoltura susurrante
es lo efímero en mí.
De ti no hay nada.

 

Cala I

 

La mujer que poseía el anillo que obsesiona al diamante despertó.
Una música en las hojas de los árboles que se acomodan tras la luz de la ventana el filamento vegetal que vaga por el pico y el canto del zorzal entre las ramas la palabra… la letra… sus labios semiabiertos por un extraño almíbar que viene de la noche y escarba allí dentro en el alba algunas mágicas combustiones que producen calores en su almohada cierto abandono en la implacable desnudez algo del extravío en su mirada permitieron la entrada de la huasca de un sol esa mañana.

 

Pasaje

 

De allí lo que quedaba
Buscaban sus vihuelas los efímeros.
Tengo los piquillines.
Los huertos de poleo donde duermo.
El celo en movimiento. Lo que se ve me digo.
Corrió la imágen de su hechura. Espejo
contra espejo.
Volaban las montañas. Caían las ovejas
desterradas.
Las tijeras.
Caían los esquiladores y las casas.
De ahí el devoto de la sortija y el veneno.
El mágico secreto donde se baña el mangangá
comiendo de la flor
en el tatuaje de la flor. Todo por
un anochecer
en esa oscurecida libertad de las estrellas.
Yo creo en los azules vagabundos.
Convido a los amantes sin idilio la espada
De San Jorge.
Lo escarlata del rojo. Aquel escarabajo
Que vive en los anillos de mis dedos
y en el cielo.

 

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Carlos Zurita

 

 

Pared

  

y además de todo eso

tu cama

sostiene la pared

tu corazón

respira

y sostiene la pieza

 

la puerta duerme

 

pero yo no puedo dormir

tengo que estar despierto

impedir que el invierno

arraigue entre nosotros

que no se apague el fuego

que no se calme tu corazón

que no se vayan a caer

estas piedras

sobre nosotros

 

 

A Charlie

 

No me impida escribir sobre mi gato

lo ya dicho por Neruda, Baudelaire,

Borges o el misterioso Apollinaire:

algo debo decir en mi formato.

 

Tutor de metafísica y soltero,

santiagueño con cola que rehúye

las caricias, y todo lo que fluye,

hasta el amor, eterno pasajero.

 

Por este mundo de simulaciones,

él descalzo y desnudo se desliza

como una sombra por habitaciones

y territorios donde nadie pisa.

 

Esta es su casa. Creímos ser sus dueños,

sólo somos materia de sus sueños.

 

 

Bienvenidas sean las culpas

 

durante tanto tiempo

pasa que pierdo la cabeza

y me olvido de vos

de tus sueños

me olvido de tus lágrimas

 

hoy es un dia más

y ya son las siete de la tarde

ando dando vueltas por las habitaciones

mirando los cuadros

los retratos de familia

los libros que nunca volveré a leer

examinando viejos papeles

 

procurando que pase el tiempo

y llegue el momento decente

para servirme un gin tonic

 

nada más espero de la vida

en estas circunstancias

 

me siento culpable por demasiadas cosas

pero bienvenidas sean las culpas

ya que gracias a ellas

a veces traigo flores a la casa

y las pongo junto a tu cama

en la mesita de luz

antes que apagues la lámpara

y todo se desvanezca

 

    

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Ángel Leiva y Carlos Zurita

29 de Septiembre de 2022

 

 

   
   

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